Cruising: el lado oscuro de la homosexualidad

La lujuria de los hombres se apodera de cualquier rincón de Caracas, llevando el voyeurismo a su punto más álgido. Cuerpos se encuentran, sin ningún pudor, en los baños de los centros comerciales más concurridos de la capital de Venezuela.



El cruising gay no es una práctica reciente y los centros comerciales de esta ciudad no están exentos de esa realidad. Los urinarios son una vitrina de exhibición, mientras que las cabinas son el espacio para que suceda la acción. Muchos ya conocen el santo y seña en estos lugares: al entrar encuentran a muchos sujetos de espalda, con el miembro en mano, esperando que llegue alguien a desatar la pasión. Algunos simplemente hacen que están orinando y miran de reojo al compañero de al lado, todo pasa en cuestión de segundos.

Igor González, un programador web de 25 años, entrevistado por Climax, una revista de ese país, dice: “En todos los centros comerciales de Caracas pasa eso. No se salva ninguno”. Este joven admite que alguna vez deambuló por sanitarios buscando “a ver qué salía”. Revela que el morbo y la adrenalina eran el motor para encender la búsqueda, incluso más que las propias ganas de eyacular. Él aprendió pronto, en sus años de universidad, que el Centro Comercial El Recreo era el lugar preferido por la mayoría, para darle rienda suelta a los instintos. “Allí hay muchos baños y están como escondidos al final de cada nivel. Eso ayuda. No en todos hay movimiento porque algunos son pequeños, pero el que está por el paso de las Galerías hacia el estacionamiento del Meliá es clásico. Allí pasa de todo”.

Vía Google
Centro Comercial El Recreo

El Centro Comercial El Recreo está ubicado en Sabana Grande, una zona en la que los homosexuales tienen más libertad que en ningún otro lado del país, pues Venezuela, ante la región, se ha quedado atrás en materia de derechos e igualdad de géneros.

Sabana Grande es conocida como la «zona rosa» o «Sabana Gay», nombre que le dio el escritor Carlos Colina en su libro. Un largo boulevard conecta: saunas, discotecas y hoteles gays, que sirven de plaza para el disfrute y recreación de muchos hombres y de mujeres también.

Sin embargo, los baños de este centro comercial son el espacio preferido, muchos ahora se encuentran cerrados durante el día, ya sea por limpieza y mantenimiento o por la escasez de agua que enfrenta el país. La disponibilidad es cada vez menor, aunque las opciones siguen sobrando. Igor, explica que una vez la administración del lugar intentó poner una mujer que “cuidara” con la excusa de proveer el papel sanitario para los usuarios. Esta «medida» no duró mucho tiempo, pero sí le quitó las ganas a más de uno.

Julio Medina, encargado de la seguridad del lugar, quien prefirió omitir su nombre real, afirma que los baños son los lugares más vigilados. “Tenemos que ir entrando a revisar, a veces podemos hacerlo con cara de estar revisando y otros como si nos fuéramos a lavar las manos pero bien uniformados. Antes ocurría más, a mí no me ha tocado sacar a nadie, pero entiendo que otros compañeros sí. Si los agarraban, los expulsaban del centro comercial, sin drama”.

Al parecer, sí había drama. Diversas organizaciones defensoras de la comunidad LGBTI han recibido infinidad de denuncias sobre extorsiones. Edgar Baptista, coordinador del Movimiento Proinclusión, asegura que aún se producen amenazas e intimidaciones por parte de vigilantes de seguridad. A los que pillan, “les dicen que si no les pagan, van a exponerlos públicamente”, por ejemplo.

Boulevard de Sabana Grande
Boulevard de Sabana Grande

Para Jesús Martínez, de 36 años, el cruising comenzó hace cuatro años. Explica que aunque sabía que en Caracas la práctica ocurría en algunos lugares, fue una visita al Sambil de Chacao lo que despertó su curiosidad y sus ganas de ejecutarlo. Entró a uno de los baños decidido a hacerlo y se encontró con una escena excitante para él. Dos hombres en los urinarios a duras penas viraban la mirada señalando una cabina, donde el placer se daba cita. Un joven –“como de 30 años”- estaba de pie con su pene erecto fuera del pantalón y atrapado en la boca de otro “un poco más joven”. No había gemidos ni sosiego, solo ganas. El espectáculo duró poco, la puerta se cerró y estos dos continuaron en privado. Habían más espectadores, uno se fue y el otro se quedó mirando al recién llegado que se ubicó en uno de los urinarios desocupados. Cuenta que experimentó toqueteo, cruce de brazos, apretones de piel, se intimidó y decidió marcharse.

El morbo se había apoderado de Jesús y lo convirtió en un asiduo visitante del centro comercial, hasta comenzó a estudiar los distintos sanitarios y sus usos, tanto que sabe que en la capital no hay gloryholes. “Donde hay más movida es en uno de los que está en los cines, porque se asume que los vigilantes no fastidian tanto”, dice. Marcos Bello confirma el dato, no por usuario sino por testigo. “Lo malo es que ahí entran niños también y, aunque los tipos se dan la vuelta y disimulan, los niños pueden darse cuenta”, añade el periodista, 10 años más joven que Martínez.

Baptista recuerda que hace cinco años, en el Día contra la Homofobia, hicieron una protesta en el Centro Comercial Sambil “porque con la excusa de que eso pasaba en los baños, se prohibía la entrada a todo el centro comercial a gays, lesbianas y trans. Logramos una reunión con Seguridad y ellos se comprometieron a que no pagaran justos por pecadores”. Sin embargo, aún reciben muchas quejas de extorsiones.

Marcos Bello explica: “todos los baños de todos los sitios son propensos a que ocurran encuentros. Es más, eso puede pasar en cualquier parte, porque somos hombres y siempre tenemos ganas” dice sin vacilar. “Lo que pasa es que hay gente que no se mide y termina abusando tanto que ayuda a los estigmas y estereotipos contra los que tanto se trabaja para cambiar”.

Hasta en el parque…

Los asiduos practicantes del cruising en Caracas saben que El Parque Los Caobos no es un punto nuevo. En las noches, es común ver hombres paseándose entre los matorrales a punto de pescar a su presa o ser pescado. Comienzan los acercamientos: sexo oral y masturbaciones es lo que más se ve, pero no lo único. “Yo voy, me gusta acercarme. Como me considero un voyeur suelo ser más un espectador, que un participante. He visto hasta sexo anal allí rapidito, pero no es lo usual”, indica Rodrigo López (34), técnico en electricidad. “En ese parque la actividad es hacia la tarde, aunque más temprano puede haber acción en el estacionamiento. Allí ves carros que llegan y nadie se baja, como esperando. Y hay chicos que caminan esperando una seña para montarse y hacer sus cosas”.

Los Caobos comienza a cerrar sus puertas a las cinco de la tarde, que se vacíe en su totalidad puede tardar más de dos horas, hasta que la Policía de Caracas, se asegure de que quedó completamente solo y pueda cerrar sus puertas. “Allí todo el mundo va con respeto, nadie hace nada que no quiere hacer, ni es obligado. Es como un acuerdo entre todos los que sabemos”, asegura Rodrigo.

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Parque Los Caobos

“Si quieres que pase algo, lanzas una mirada, extiendes la mano, o te sacas el pene y el otro entiende. No hace falta ni hablar” explica. El miedo a ser descubierto es el principal combustible, “es justamente esa adrenalina la que da gusto, es toda una experiencia. Igual yo nunca he visto que pase nada porque, como te digo, allí todo el mundo anda en la misma, buscando un polvito (garche) o una mamada y no joder al otro”. López indica que los condones son prioritarios, al menos para él “lo que pasa es que hay quienes no lo usan para el oral” a su juicio los hombres que encuentran aquí no son tan jóvenes.

Por su parte, Edgar Baptista asevera que el cruising gay “es una consecuencia de que las relaciones homosexuales, eróticas y afectivas pasen a lo clandestino, que no tengan espacio para darse en lo público y queden reprimidas”. Como por ejemplo, las fuertes limitaciones en hoteles para parejas gay. “Los hombres maduros, por ejemplo, tienen más difícil satisfacer su necesidad sexual y algunos acuden allí para hacerlo”, añade.

La Ruta Morbosa

El Waraira Repano es un parque nacional de Caracas, comúnmente conocido como El Ávila, el pulmón vegetal de la ciudad. En esta montaña muchos entrenan y suben para ejercitarse; algunos para comer un helado, o para tomar una cocada al bajar, como recompensa de la extenuante caminata.

Cuerpos suben y bajan el día entero, aunque muchos la conozcan por esto, no es lo único que pasa allá arriba. El sexo y la pasión también se ejercitan en este ambiente selvático y, para ello, toman los caminos de quebrada Quintero y Pajaritos, una bifurcación que crea un enjambre de senderos entre matorrales. En todos ellos hay “acción”, desde encuentros uno a uno hasta auténticas orgías.

Las pruebas de la lujuria quedan tendidas en el suelo, paquetes de condones rotos, preservativos usados, algunas colillas y hasta frascos de lubricante. En el ambiente gay no hay quien no conozca “La casa de Rebeca”, o también llamada «La Ruta Morbosa». La práctica traspasa los espacios y llega hasta las redes sociales, creando toda una red para los encuentros y el sexo «seguro». En Twitter existe el hashtag #Rutamorbosa, allí encuentras todo tipo de fotografías explícitas, hombres desnudos, penes visibles y eyaculaciones visibles también. Algunos escriben un tweet notificando que estarán disponibles para la faena o preguntando si hay alguien allá arriba dispuesto para la acción, tal es así que idearon un croquis con los puntos específicos de la ruta.

Cuising

La sexóloga, Lourdes Lobo, aclara que el cruising no es solo homosexual, aunque predomine. Sin embargo, sirve de confort para los que aún se debaten en salir del closet. “Quienes no han asumido una homosexualidad abierta, se pueden mostrar allí con la seguridad de que no serán identificados, más allá de la curiosidad”, explica la especialista quien también confirma que entran en juego otros factores como la excitación de ser descubiertos, el juego de la imaginación y la adrenalina de estar expuesto a constantes peligros urbanos y de salud.

El cruising en Caracas ocurre desde hace décadas y no parece tener fin. Edgar Baptista recuerda que hasta comienzos de los años 2000 “los únicos sitios que había para encontrarte con gays en plan de lo que sea, eran los sitios de ambiente, estaban escondidos, subterráneos. En muchos había espacios especialmente dedicados al sexo exprés, los llamados cuartos oscuros».

Las redes sociales y las Apps le aran el terreno al cruising, ahora los encuentros se pueden coordinar con solo metros de distanica. Grindr es una de ellas, en esta aplicación móvil corren infinidades de rostros masculinos, perfiles que bien podrían ser ciertos como no, lo que sí es una realidad, es que muchos abren sus cuentas en la App, para conseguir sexo rápido, gratis y «seguro». Eliges el que más te llame la atención y una breve conversación sirve para ejecutar la cita. El individuo bien podría ser tu vecino, o estar casualmente a pocos pasos de donde te encuentras.

El morbo y la adrenalina son los únicos conductores, no hay cabida para el miedo, las ganas de matar el deseo son más poderosas que otra cosa, inclusive más que la propia vida.

En Venezuela los asesinatos a homosexuales son poco esclarecidos, aunque algunos suelen ser bastante brutales, las investigaciones no prosperan. Conocer la verdadera historia de estos hechos es casi imposible, pero en el mundo gay, los hombres saben que el miedo no forma parte de sus vidas, cuando de placer se trata. Mientras tanto un lugar a plena luz del día como Quebrada Quintero, es un festín que se sirve frío para los amantes del cruising.

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