El editor de Attack Magazine, Thomas Cox, se ha puesto a pensar sobre el futuro de la cultura de la música dance y nos cuenta que, a su parecer, va camino a la destrucción. ¿Debido a qué? Según él, la culpa es de los festivales.
La forma en que hoy en día se manejan estos eventos está poniendo en jaque al mundo de la música dance. Hay un afán por hacer estos eventos con el fin de generar el máximo de ganancias económicas dejando a un lado la calidad y la creación artística.
Es el señor capital, por encima del arte y de toda forma de expresión musical, en este caso, lo que preocupa a Cox.
Miles de personas se ven atraídas por los festivales que se realizan a gran escala en todo el mundo. Lo que muchos ignoran es todo lo que sucede detrás de bastidores para que el show sea “exitoso” para los organizadores, los Djs y el público asistente. En esta ecuación prela no la calidad, sino la cantidad de dinero que puedan generar estos eventos.
Y es precisamente esto lo que Cox nos quiere advertir. Se cuestiona si la exposición masiva y el éxito comercial que se genera es positivo a largo plazo para la música dance.
La sobre-exposición y el interés monetario que se maneja hoy en día contrastan con lo que una vez fue una movida underground, muy peculiar y única que daba cabida a nuevas tendencias, géneros y artistas que surgían constantemente. Esto parece que se ha perdido con la explotación de los festivales.
Entre las cosas que cuestiona Cox está la calidad de los sistemas de sonido que se utilizan en los festivales y duda sobre el conocimiento que puedan tener los organizadores sobre el sonido que debe prevalecer en la música dance.
A pesar de que puedan invertirse más horas y más personal en la producción de los festivales, nunca podrá compararse con lo detallado y trabajado que puede ser el sonido en un club o en un evento más íntimo, en donde el sonido está por encima de otras cosas.
Con respecto a la música y los DJs en los festivales suelen presentarse más cantidad de artistas que en un club, esto limita el tiempo que cada uno tiene para hacer su espectáculo. Generalmente, cada uno dura una hora pinchando y se ven obligados a resumir y recortar sus presentaciones. A veces, esto les hace crear música para buscar que el público se anime rápido y limita que puedan extenderse en formas más creativas.
Un ejemplo claro de esto, es ver el cambio que ha sufrido Tiësto desde sus comienzos hasta el presente. Ha dejado atrás ese estilo Trance tan particular y que con gran maestría nos transportaba por más de hora y media de espectáculo. Ahora se limita a 45 minutos de una música más lineal y menos atrevida.
Como mencionamos anteriomente, otro de los aspectos negativos en los festivales es que en uno y otro se repiten los mismos grandes y afamados DJs, con algunas variaciones. Parece no haber cabida para nuevas propuestas, por muy buenas que sean. Siguen prevaleciendo los que atraen a multitudes por sus sonidos comerciales. Los organizadores no quieren arriesgarse a perder ni un centavo dándole espacio a nuevos talentos y a nuevas tendencias. Es el señor capital, de nuevo, quien se impone.
Finalmente, Cox también cuestiona la razón por la que el público atiende a estos festivales. Muchas personas que van a los eventos no lo hacen por la música, sino por adentrase en un ambiente en donde van a socializar, conocer gente y estar en un ambiente más permisivo para el sexo y las drogas.
Sea cual fuere la razón, ya eso es algo muy personal. Lo que es innegable es que ha habido un cambio y se ha recorrido un largo camino desde que comenzaron los primeros festivales. Algunos muy en detrimento de la propia cultura dance, en donde quizás se ha perdido un poco la magia y la esencia de lo artístico a cambio de un buen puñado de dinero.