Luego de la tragedia de Time Warp el panorama electrónico de Buenos Aires sufrió alteraciones. Como en toda crisis, hubo aspectos negativos y positivos. Dentro del primer grupo se puede incluir la clara persecución de la movida electrónica independiente por parte de los aparatos estatales (como la AGC), en el otro la posibilidad de la escena underground de renovarse y generar una propuesta diferente, como en el caso de “miniMOOG experimental”, un espacio donde se conjuga la música electrónica, la poesía, editoriales independientes, vinilos y ropa diseño.
En un principio un grupo de amigos creó MOOG, y vio que era bueno. El ciclo había rotado por varios espacios hasta por fin encontrar su lugar en Naranja Verde. MOOG se posicionó como un espacio de fiesta entre semana abierto a la participación de Djs de la escena local y un punto de encuentro de diversos participantes de la actividad cultural de Buenos Aires. Sin embargo, luego de la tragedia de Time Warp, la persecución y los problemas con la habilitación de los lugares destinados a las pequeñas fiestas derivó en un cambio de rumbo y metamorfosis en la idea original. Así nacieron el programa Área MOOG y miniMOOG, un ciclo que combina dos escenas que hasta el momento parecían no encontrarse muy en contacto: electrónica y literatura. Frente a la necesidad de proyectos nuevos que permitan esquivar la clausura y escabullirse en la infinita gama de posibilidades inesperadas. Así nació la oportunidad de organizar un plan Anti-domingo mensual que reuniera a todos los actores de la escena independiente: dibujantes, diseñadores, editores, productores, Djs y escritores.
Un domingo al mes, en Levitar Bar (Godoy Cruz 1715), de 17 a 24 (una larga jornada), miniMOOG abre las puertas a la escena independiente con la idea de gestar un colectivo de artistas comprometidos con la necesidad, cada día más presente, de armar una alternativa a los circuitos principales, ampliando la oferta y transformando la propuesta en una fotografía viva de la efervescencia que se oculta detrás la corriente de mainstream (que hoy más que nunca en jaque).
El proyecto se complementa con Área MOOG, un programa dedicado no solo a la música, sino también a todos los discursos posibles que la orbitan: filosofía, experiencia mística, literatura, cine, pintura y política. ¿Política?, dirán. Sí, porque MOOG intenta, en todas sus expresiones, poner sobre la mesa lo que de político tiene la música, el baile, el cuerpo y el goce, sobre todo en un tiempo en los que la consigna del Estado parece ser: “Prohibido bailar”.
Si desde la llegada de los grandes empresarios de la música electrónica, la escena parecía haberse gestado bajo el ala de las grandes empresas (salvo honrosas excepciones) y nunca llegó a establecer un discurso propio, una cultura fuertemente sedimentada más allá de la experiencia del consumo de los eventos y los artistas, MOOG intenta, antes que nada, instaurar la posibilidad de producir también (aunque suene ambicioso) una nueva forma de experimentar el mundo de la electrónica.
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Por: Alan Ojeda