La Iglesia Adventista del Séptimo Día es una ortodoxa secta influenciada por las resoluciones protestantes de la Iglesia Católica Apostólica Romana que, en su doctrina 21, se definen como “mayordomos de Dios”, se sienten responsables de la humanidad y de los recursos que creen que Dios les heredó. Aunque su doctrina 22 establece que deben ser piadosos, pensar, sentir y actuar con los principios del cielo, en la realidad, hacen todo lo contrario al crear principios de exclusión, buscar enemigos y conflictos por todos lados, como lo justificaron en su doctrina 8, llamada El Gran Conflicto.
También consideran a la naturaleza humana como un ser decadente y además la subestiman en su doctrina 7, atribuyéndole a los “ministros” la capacidad de juzgar la raza humana y sentirse con la responsabilidad de “guiarlos”, para llamar la atención. Siempre están en una cacería de brujas inexistente. Ahora, lamentablemente, le tocó a la música electrónica, pues según su ministro la base rítmica al intensificar las percusiones de la música contemporánea, es un tipo de “música del diablo”.
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Esto tiene que ser una broma de mal gusto, en pleno siglo 21 y todavía existen personas que creen en esta clase de basura, cuando los mismos padres de diferentes vertientes cristianas fueron culpados y encarcelados por pedofilia, por poner uno de los tantos casos donde la moral cristiana se vio cuestionada. Sin embargo, lo dramático de esta matriz de opinión, de naturaleza inconsciente y ridícula, es el poder que puede dar a una turba enardecida de fanáticos que necesita tener un enemigo en común para sentirse bien en su mundo de inseguridades, creando más razones para desprestigiar a la cultura electrónica que tanto amamos y el excelente esfuerzo que hacen los Dj cada día para ofrecernos música de calidad. Esperemos que este tipo de opinión no trascienda en la sociedad.